La división internacional del trabajo impuesta por el
imperialismo, ubicó a la Argentina en el papel de productora de materia prima,
negándole la posibilidad de una gran industrialización.
Esta situación, que comenzó durante la colonización
española, continúa en la actualidad a pesar del “relato” nacional y popular de
Cristina, que profundizó la Recolonización Imperialista iniciada por Menem.
El caudillo riojana hizo todo lo posible para poner al país
en sintonía con la ofensiva “neoliberal” para hacerles pagar la gran crisis
económica de los años 80 a
los trabajadores y el pueblo.
Las enormes luchas de principios de 2000 obligaron a los
dueños del mundo a cambiar a los virreyes neoliberales, como Menem, por otros
“nacionales y populares”, ya que las masas echaron a patadas a los primeros.
Así aparecieron los “Socialistas del siglo XXI” y otros
engendros parecidos en todo el continente, como Néstor y Cristina, que no solo
mantuvieron el “modelo” de primarización de la economía, sino que lo intensificaron.
Para eso aprovecharon el “viento de cola” de China, que
gracias al aplastamiento de sus trabajadores en la masacre de Tianamen, se
había convertido en una gran fábrica de productos baratos en base al trabajo esclavo
de cientos de millones.
La venta a precios altísimos de la soja y otros productos
sin valor agregado les permitió otorgar algunas concesiones y adormecer la
combatividad de las masas durante algunos años.
Sin embargo, durante todo ese período de “tranquilidad
social” y “vacas gordas” el matrimonio presidencial no hizo nada para
industrializar el país, sino que dedicó todo su tiempo a consolidar la
primarización productiva, acrecentando el endeudamiento y la extranjerización
de la economía.
Los Kirchner pasarán a la historia por ser quienes más
descaradamente entregaron los recursos a los grandes monopolios -megaminería,
petróleo, pooles sojeros, etc.- y quienes más pagaron en concepto de deuda
externa.
Este gobierno, que abonó cerca de 145 mil millones de
dólares a los grandes bancos, dejó casi 300 mil millones de deuda y la mayoría
de las empresas en manos extranjeras.
¡En 1990 existían 200 grandes compañías -56 foráneas-
mientras que ahora llegan al 60%... en una economía en la cual apenas el 15%
corresponde a productos industriales!
El fin del “mega ciclo” chino, la recesión mundial y la
crisis de los principales mercados -China y Brasil- plantea dos caminos. El de
Scioli y Macri, que no se plantean romper la vieja “matriz” productiva y el de
los socialistas, que nos proponemos conquistar la verdadera independencia
nacional.
Por eso, los dos candidatos del balotaje coinciden en la
necesidad de “ajustar”, pagar la deuda y pedir nuevos préstamos. ¡Todos sus equipos
económicos dicen al unísono que hay que “aprovechar la existencia de “crédito
barato” para endeudar nuevamente al país!
¡Si así fuera, los intereses y el monto total de estos
nuevos créditos -junto a los viejos- serán pagados con la súper explotación de
millones de trabajadores y la desocupación de otros tantos!
Los socialistas proponemos un camino duro y difícil -es
cierto- pero mucho más concreto y efectivo: dejar de pagarles las deudas a los
usureros y usar esos fondos para poner en marcha un gigantesco plan de obras,
que impulse la industrialización nacional y garantice la independencia del país
de los grandes centros financieros internacionales.
Los revolucionarios nos proponemos acabar con el saqueo y
utilizar los riquísimos recursos que tiene la Argentina para hacer funcionar
las fábricas y construir a gran escala miles de escuelas, hospitales, trenes,
vías férreas, y viviendas populares.
Todo esto se podrá hacer con el gobierno de los únicos
interesados en que se cambie todo de una vez y para siempre: los trabajadores.
Mientras tanto, la tarea de los de abajo debe pasar por debilitar a los de
arriba para atarles las manos a la aplicación del ajuste.
La campaña por el voto en blanco, propuesta por la mayoría
de la izquierda, apunta en esa dirección, ya que si el próximo gobierno asume
con la menor cantidad de votos posibles, perderá legitimidad y poder para
encarar sus políticas antiobreras y antipopulares.
De esa manera, los luchadores ayudaremos a construir un
escenario favorable para las próximas luchas, que deben plantearse una gran
tarea: ¡Derrotar a los continuadores del ajuste!
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